Los que ya tenemos cierta edad no podemos sino sonreír al recordar este título de los 80, de Polanski y el Ardor. Aqui el vínculo para los que quieran recordar esa época. https://www.youtube.com/watch?v=JFJScaNisTM
Pero probablemente te estarás preguntando que tiene que ver esto con el trastorno reactivo del apego.
Pues mucho más de lo que puede parecer a primera vista.
Nuestro hijo es ruso, así que de ahí la primera conexión, con la extinta URSS.
Pero lo del ataque preventivo, es precisamente la conexión con el trastorno reactivo del apego, especialmente en la modalidad controladora - punitiva.Pongamos un ejemplo de ataque preventivo.
El niño llevaba varias semanas acudiendo al parque de enfrente del colegio con alguno de sus compañeros de clase, justo a la salida de clase. De hecho, se lo vengo permitiendo como un pequeño espacio para permitirle auto-regularse, pues casi siempre sale del Colegio como un toro enfurecido por algún conflicto de última hora.
Como es lógico, en el parque hay también otros muchos niños, y en general, la mayoría más pequeños que él. Y dónde hay niños, suele haber también padres y/o madres.
Los padres, por definición, tendemos a ser bastante protectores e intervencionistas (o pesados, si lo miramos desde el punto de vista de los niños). Por ese motivo, alguno de los padres consideró oportuno llamarle la atención a los niños más mayores en varias ocasiones por distintas causas menores (Tened cuidado con los pequeños, no os subais ahí que os vais a caer, no escupáis al suelo, etc, etc).
En condiciones normales, esto debía ser suficiente para que un niño corrigiera su conducta y retrajera su actitud. Pero, lamentablemente, este no es el caso del niño que padece trastorno reactivo del apego, en la modalidad controladora - punitiva.
Asi que mi hijo se erigió en portavoz de los implicados (según su perspectiva, perjudicados) y comenzó a hacerle frente provocándole de todas formas posibles.
De hecho, le hizo saber con toda claridad por que oscura parte anatómica podía meterse sus comentarios, poniendo en duda su legítima filiación correspondiente a las 4 últimas generaciones, entre otras lindezas, destinadas a intentar que los dejaran jugar en paz en aquel sitio destinado para ello.
Lógicamente indignado ante tamaña afrenta e insolencia por un joven que no llega aún ni a la adolescencia, el padre se creció amenazando incluso con "partir la cara", y similares argumentaciones fruto del comprensible calentón. Afortunadamente, no llegó a mas la cosa pues, tras correr un sprint desde los 100 metros de distancia dónde me encontraba (culpa mía, lo reconozco), que igualó mis mejores tiempos de cuando entrenaba atletismo, pude intervenir y reconducir la situación.
Tras apartarme con el padre a un lugar más calmado, le escuché con toda la empatía y calma que fui capaz de generar. Sinceramente, no me costó nada entender lo ofendido y maltratado que se sentía, pues a menudo con alguna frecuencia me sentido de la misma forma. Después de dejarle explicar todo lo ocurrido con el niño, y que volcara sus emociones e indignación en mi persona, por fin pude explicarle el porqué de la conducta del niño, y todas sus dificultades. Mientras tanto, el niño, confortado por sus compañeros, y por el pleno disfrute sin limitaciones de todos los juegos del parque, pudo calmarse por si mismo, y pudo, ya más tarde, en casa y en frío, afrontar las consecuencias de su acción.
Creo que se entiende bien como cuando el niño, se sintió atacado o presionado, su amígdala (el famoso cerebro reptiliano que todos llevamos dentro) se hizo cargo de la situación, y generando una reacción inicial de activación del hipotálamo, activando un conjunto de glándulas y neurotransmisores dirigidos a preparar el cuerpo a una situación de lucha o huida, preparando su puesto para una acción muscular violenta.
Hay que destacar que hay una exagerada desproporción entre el estímulo y la reacción desencadanada por el mismo. Parece que esto tiene que ver con que el estímulo desencadena ciertas memorias no conscientes de maltrato a abandono que llevan a sentimientos de intenso miedo y angustia. Para poder calmarse, y rebajar los efectos del cortisol y la adrenalina en su organismo, necesito casi 20 minutos. Y encima, a su juicio, toda la culpa no es suya, por supuesto, sino del pobre padre, por haberle "cabreado".
Lo que me interesa destacar es que desde aquel día, tengo un nuevo aliado en el parque. El padre en cuestión ha sabido cambiar su forma de interactuar con el niño (lamentablemente, el niño aún no es capaz de hacerlo) y se ha convertido en alguien en quien el niño puede confiar que le entenderá y auxiliará en cada situación, porque ante el "ataque preventivo" del muchacho, optará por no caer en su trampa, y no responder manteniéndose calmado.
De esta forma, se reducirá la cantidad de tiempo que el niño pasa bajo el control del cerebro reptiliano, y se reducirán las consecuencias negativas de sus actos. Ello también ayuda a que la propia imagen de si mismo del niño resulte menos dañada, al ser el incidente de menor gravedad y haber causado menores daños a adultos, mobiliario, etc.
Asi que, la pregunta ahora es para tí.
Cuando estés en el parque y veas a mi hijo (u otro similar) insultándote, amenazándote o maltratandote de algún modo completamente desproporcionado y exagerado...
¿Que harías tu en un ataque preventivo de la URSS?
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