jueves, 26 de mayo de 2016

Lo que pensó Sócrates...

Gracias a Platón, sabemos exactamente lo que Sócrates dijo en su defensa, cuando fue condenado a muerte.

Aun resulta impresionante leer su discurso de defensa, disfrutar de su técnica de interrogatorio, y al final, compartir su encendida defensa de la necesidad de guiarse por un criterio de rectitud moral frente al utilitarismo y conveniencia del relativismo moral. Nunca ha estado más vigente que hoy en día su discurso . Para quien no lo haya leído, y tenga interés, aquí os dejo un enlace a la Apología de Sócrates,, que escribió su discípulo, Platón;

http://www.filosofiaparalavida.org/wp-content/uploads/2011/09/Apolog%C3%ADa-de-S%C3%B3crates-de-Plat%C3%B3n.pdf

Pero Sócrates, pudo haber propuesto sustituir la pena de muerte por el ostracismo, pues era una costumbre generalizada en Atenas cambiar una pena por otra.  Como sabéis, el ostracismo era la condena que realizaba la Asamblea de ciudadanos a vivir en el destierro durante un mínimo de 10 años, a aquellos que consideraban sospechosos o peligrosos para el bien común. 

Sin embargo, Sócrates, en su discurso, explicaba a los atenienses que no estaba dispuesto a ello. Y por dos razones: De una parte, porque no se consideraba culpable de haber hecho nada malo, y de otra, porque, por la misma razón, no podría dejar de comportarse del mismo modo, pues entendía que no debía dejar de obrar con rectitud e intentar que los demás también lo hicieran. 

Asi que conocemos bastante bien todo lo que dijo Sócrates. Lo que no sabemos, pero creo adivinar, es que pensó.

Para mí  que todo su discurso no fue otra cosa que  una declaración formal e imperecedera de mandar  a sus conciudadanos a dónde les hubiera mandado Camilo José Cela de una forma más nítida. Y pensó también que la forma mejor de acabar con sus ya venerables años, era dejar constancia para la eternidad de la estupidez, egoísmo, y corrupción moral de los atenienses, de tal forma que permanecieran grabados en la memoria de los tiempos, precisamente por sus propias torpes acciones. Todo eso, mejor que seguir viviendo aislado, sin amigos, y en un lugar ajeno completamente al que consideraba su patria emocional. 



Pues bien,  todo esto sirve para introducir el hecho de que  hoy he entendido perfectamente a Sócrates al sentir el ostracismo en mis propias carnes. 


Al acudir al Colegio, del cual nuestro pequeño héroe lleva expulsado por su conducta oposicionista (la que, curiosamente, es una consecuencia de su trastorno) más de 15 días, me he encontrado con todas las personas con las que habitualmente comparto los momentos de espera al tiempo de recogerlos a la salida de las clases. 

La mayoría de ellos, son padres de la misma clase de nuestro jóven héroe o conocidos del barrio.

Con muchos de ellos mantengo (o mantenía) una magnífica relación, y he hecho a todos ellos cuantos favores han estado en mi mano (sin esperar nada a cambio, que conste). 

Pero mi enfado (primero) y mi tristeza (despues) ha sido monumentales al comprobar que, a pesar de no haber visto a mi hijo por allí durante 2 semanas, aún siendo conscientes de que el pobre se ha perdido las mejores excursiones y actividades de toda su vida escolar,  ni uno sólo de ellos se ha dignado preguntarme siquiera por nuestro héroe, Ni siquiera una pregunta, ni un gesto de empatía, ni una palabra de apoyo para el pobre castigado, o su familia. Ni siquiera se han permitido mencionar su nombre.

¿Acaso es contagioso el trastorno del apego?. ¿Temen que sólo hablar del héroe sea suficiente para contaminar a sus hijos ? ¿ O tal vez, es que saben lo injusto de su actitud, y se averguenzan de ella?
¿o quizas piensen que preguntar por él nos causará verguenza? ¿verguenza de que? ¿se haberlo criado mal? ¿No pueden enteder que no es más que un pobre niño profundamente herido y asustado que se defiende a su manera frente a un mundo hostil?

Reconozco que una intensa furia me invadió en ese instante:
¿Y esa es la gente por la que me he preocupado? ¿A la que he intentado ayudar en todo momento?.

Más tranquilo, ya en casa, como tercera y última reflexión, concluyo que realmente, el único equivocado no era otro que yo. En mi ingenuidad, pensaba que al hacer el bien por si mismo, y sin esperar nada a cambio, de alguna manera, los demás también harían lo mismo .

Lamentablemente, no había entendido lo que pensaba Sócrates sobre la estupidez, egoísmo y soberbia de su semejantes...  hasta ahora. . 



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