lunes, 30 de mayo de 2016

La Mosca, el héroe y el sistema educativo.

Debo reconocer que me gusta la práctica del Yoga. Me relaja, me concentra, y me hace ser mejor persona (o así lo creo).

Estando ya los primeros calores del verano, resulta un placer casi inenarrable disfrutar de algunos minutos de intensa relajación al aire libre, tras la práctica del ejercicio.

Tu cuerpo disfruta de su merecido descanso, mientras que  la brisa te acaricia, y el calor del sol da calidez a tus miembros profundamente relajados. Los pájaros regalan un fondo musical irrepetible, que ensordece los ruidos cotidianos siempre presentes. 

Y los pensamientos y las expectativas, siempre tan presentes, se adormecen dejando espacio a las sensaciones del cuerpo y a la simple  realidad de ser paz plena, ahora, en el presente inmediato.


Y estando en tan deliciosa sensación, una mosca acude a turbar mi calma. 


Tomo conciencia de su vuelo grave y zumbón aproximándose a mi. 

Percibo la sensación de posar sus ligeras patas sobre mi antebrazo. 

Tras un breve paseo por mi antebrazo, decide saltar de mi codo hasta posarse sobre mi frente. 

Allí, parece encontrar algo de sumo interés, pues comienza a deambular para pararse sobre la punta de mi nariz. 

Intento alejarla con movimientos espasmódicos de mi rostro, pero se ve que aún no he adquirido la habilidad de mover la nariz, como los caballos o las vacas.

Así que la espanto con un ligero, mínimo, imperceptible movimiento de mi mano. Pero, todo es para nada. 

Incansable, la mosca, elige ahora como destino mi oreja. Y de ahí a mi rodilla, luego a mi pie, y después a mi párpado, pasando por mi fosa nasal, y un largo etc. de destinos de los que no alcanzan a disuadirla mis manotazos silenciosos.

No es preciso describir la frustación que me produce la mosca. Todos mis esfuerzos en relajarme y disfrutar de este instante único, son insuficientes ante su tozudez e insistencia. 

Llegado este momento, me da por pensar que debo agradecerle a la mosca su pertinaz deambular por mi anatomía. Su presencia hace consciente este momento de calma, y aun mas intenso el sentimiento de ensimismamiento que disfruto. Así que tal vez, esta molestia cumple una función importante para mí en este momento, pues me recuerda quien soy, que estoy haciendo, y porque estoy AHORA aquí, disfrutando de este instante en conexión conmigo mismo.

Y de este pensamiento- como la mosca- salta mi mente a la metáfora de que mi héroe, es a menudo para mí como esa mosca. Tozudo, suspicaz y furtivo, parece leer mis pensamientos y conocer mis puntos débiles. Explora mis debilidades pulsando los puntos más sensibles de mi alma, como si fuera el mas extraordinario y virtuoso solista de mi estado anímico. Y realmente, sólo de mi depende la música que haga sonar la mosca...

Y deleitándome en la comparación, mi pensamiento - como la saltarina mosca otra vez- vuela de nuevo  a las comparaciones. Esta vez, el héroe es una mosca en el sistema educativo. Molesto y zumbón, estorba y desencaja en la Escuela, aturdiendo a profesores y soliviantando maestros, provocando sonoros palmetazos infructuosos y gran escándalo de gritos inútiles. Les obliga- una y otra vez, si es preciso- a comprobar la capacidad de auto-control y a mantener la concentración hasta la extenuación. Y una vez extenuados, llegarán finalmente a aceptar, dándose cuenta de que sólo ellos pueden cambiar el resultado desde la aceptación más profunda de su herida realidad (empatía). 

 ¿No se darán nunca cuenta de que esta mosca esta ahí para ayudarles a ser mejores maestros y mejores personas? 

Agradecido por la reflexión, decido agradecerle a la mosca su ayuda, dejándola hacer su tarea sin molestarla. 

Y la mosca - una vez que ya he aceptado agradecido su presencia asumiendo con calma sus actos sin juzgarlos-  decide que ya ha probado suficientemente mi paciencia, y decide partir a otro destino. 

Y mientras me desperezo, le deseo a la mosca y a mi héroe la mejor de las suertes en su viaje.  




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