jueves, 8 de septiembre de 2016

¿Cómo será tu próximo paseo en El Columpio Emocional?. No juzgues, y disfruta.

Vivir con un jovencito con trastorno del apego garantiza que las relaciones familiares del día a día no van a marchar en una forma suave y fluida, como a todos nos gustaría. 

Más bien, es casi seguro que con mucha frecuencia serán bruscas y sobresaltadas, como a tirones. Hay temporadas en las que nos pasamos todo el mes discutiendo y peleando. El tiene la habilidad de tocar todos los botones que hacen disparar mi irritabilidad y la de mi pareja, y sistemáticamente, los repasa buscando dónde esta el límite o cual será nuestra respuesta. Nosotros, por otra parte, tratamos de aplicar todas las técnicas y métodos para corregir su conducta, para hacerlo cambiar, buscando tan sólo asegurar que el día de mañana pueda ser una persona feliz y de provecho. 

Y muy de vez en cuando, (sin duda, menos de lo que nos gustaría a todos) conseguimos conectar las personas que vivimos el aqui, y ahora, para descubrir sorprendidos que, más allá de su conducta, y de nuestros esfuerzos para corregirla, nos caemos bien, nos gusta estar juntos y nos queremos. 


Es agotador, de veras, esa sensación de vivir en universos tan distantes, y coincidir tan sólo en la disputa y el enfado.

Últimamente, sin embargo, he conseguido revertir la situación, y he conseguido alcanzar y mantener (de momento, no cantemos victoria) la sensación de estar afinado emocionalmente con mi pequeño héroe.

Explicaré cómo con una imagen visual: El Columpio Emocional.

Estás tu tan tranquilo tumbado en el sofá, leyendo un libro o viendo la televisión. (El niño no está, evidentemente), disfrutando de ese inusual minuto de paz y sosiego. De repente, oir la puerta de la calle abrirse, y entrar en tromba una avalancha de niño es todo  uno. Comienza al instante una sesión de lucha greco - romana, mientras te grita al oido, "!!!Dame amor, lo necesito!!!". Simultáneamente, te ataca con tres o cuatro de sus escogidas habilidades que saben que te irritan sobre manera. 

Mientras aún estas defendiéndote como puedes, intentando mantener el autocontrol, segundos después aparece por la puerta tu pareja, cargada con varias toneladas de la compra, y con cara, de pocos amigos, que hacen presumir no sólo que ha habido problemas, sino que va a seguir habiéndolos toda la tarde. 

Comienza una discusión a continuación sobre quien hizo que, quien tuvo la culpa, quien empezó primero, y tu ves peligrar cualquier vestigio de calma o sensatez pudiera quedar aún en cualquiera de los miembros de la familia. Intentas intervenir para calmar los animos , y te vés atacado o recriminado por ambos bandos. 

Y así de fácil nos encontramos subidos en El Columpio Emocional. Viene alguien (o algo), y te empuja hacia un estado emocional dónde tu no contabas con ir. 

En ese momento, una voz en tu cerebro te señalará cuan  inaceptable e injusta es la forma que te está tratando a tí, o como ha tratado a tu pareja. Sumale a eso tu mosqueo por que te ha echado a perder el momento. De una u otra forma, y por cualquier de las causas o todas ellas, lo más probable es que subas al al torbellino de la indignación. 

Acudirán a tí los reflejos de tu educación anterior, o los arquetipos sociales aprendidos, (o si lo prefieres, los instintos de macho dominante) e intentarás imponer el orden de forma autoritaria. Y así la situación puede terminar de cualquier modo menos pacífico (insultos, golpes, lanzamiento de objetos, castigos, discusiones públicas o privadas con tu pareja, y un largo etcétera)

Nos subimos en El Columpio Emocional. Y una vez allí, lo que hacemos con nuestro hábito de enjuiciar y valorar es, hemos empujado hasta el cielo El Columpio Emocional de nuestro hijo y de nuestra pareja.

De esta manera, hemos sumado aún más empuje a cada Columpio Emocional, reforzando así el balanceo no armónico. Ahora cada Columpio marcha por su lado, agitado, desregulado, inarmónico. Y durante su caótico camino, cada pasajero en su viaje, continúa asediado por sus emociones negativas, empujando el Columpio Emocional cada vez más alto. Los sentimientos invaden el cerebro de cada pasajero del Columpio. Tu pareja piensa "Esto no hay quien lo aguante, aqui no hay quien viva, no puedo ni siquiera hacer la compra. Y encima este me quita la razón delante del niño ...Tu hijo piensa  "No me entienden, no me quieren, ojala se murieran o me muriera yo. No quiero vivir aqui." Y tu piensas: "Desde luego, no se puede tener ni un segundo de paz en esta casa. Yo no me merezco esto. Ya me lo decía mi madre, no te cases..."

Todo esto garantiza casi una semana de mal rollo, como poco.

Pero otra solución es posible.

En el momento en que nos empujan a subir al Columpio Emocional, los adultos (pues el niño, por su trastorno, no puede hacerlo fácilmente) podemos evitar enjuiciar su conducta. Podemos limitarnos simplemente a ser conscientes de lo sucedido. Podemos intentar empatizar con las emociones que hay detrás de esa conducta, y ajustar nuestro Columpio Emocional al desplazamiento del Columpio de nuestro interlocutor. Y eso sólo se puede hacer si miramos el hecho objetivo, sin juzgarlo, para evitar añadirle carga emocional que empujaría nuestro Columpio Emocional y el de nuestros compañeros a viajes en soledad cargada de tristeza, enfado, y ausencia de armonía.

Si lo hacemos así, cuando seamos empujados a subirnos al Columpio, con suerte, apenas el Columpio se desplazará. Pero incluso si lo fuéramos, pronto volveríamos a entrar en fase todos. 

Imagina ahora que los columpios se columpian, balanceandose majestuosa, solemnemente, a un ritmo armónico. Cada pasajero va en su columpio, pero ambos van juntos en su camino a traves del espacio - tiempo. Hay pequeñas diferencias entre su recorrido, de las que los pasajeros son conscientes, pues cada pasajero tiene su propio peso y momento de inercia. Y sin embargo, las trayectorias se pueden ajustar con pequeños ajustes,  de tal modo que ambos columpios se desplazan en fase armónica. 

Y es en ese momento de calma armónica, cuando se podrá hablar de lo sucedido. Podrás entonces hacerle ver al viajero en su Columpio como y porqué se subió allí, y darle alguna sugerencia para la próxima vez. Y tal vez, pueda él, aprender a cambiar por si mismo.

!Os deseo felices viajes en el Columpio Emocional
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