domingo, 24 de abril de 2016

Problema = Oportunidad

Siempre he sido un optimista convencido. No se si será porque he tenido muy buena suerte en la vida, o  porque he sido amado enormemente en mi infancia, pero el caso es que siempre he pensado que todo puede mejorar. De hecho, la experiencia de la vida me ha enseñado que, desde luego, las cosas siempre pueden ir a peor ( a menudo ràpidamente, y cuando menos te lo esperas).

Así que, a lo largo de mi vida personal y profesional siempre he estado intelectualmente predispuesto a aceptar el cambio, e intentado ver en cada nueva situación compleja una oportunidad para aprender algo distinto, y cambiar a mejor. Como dijo John F. Kennedy, "En la crisis, se consciente del peligro, pero reconoce la oportunidad."


Sin embargo, no se porqué extraña razón, jamás se me había ocurrido aplicar este mismo principio a los estados emocionales de mi hijo. Supongo que será porque, para mí, una rabieta injustificada o desproporcionada me genera tanta tensión emocional, y me hace sentir tan incómodo y tan molesto que no me permite pensar relajadamente sobre su verdadero significado, y sobre la utilidad o provecho que le podemos dar.


Estando en estas lides, he empezado a leer un libro que me está resultando  de gran interés: "EL CEREBRO DEL NIÑO" de Daniel J. Siegel. El libro proporciona un conjunto de técnicas eminentemente prácticas para mejor entender y manejar a los niños. (y casi, me atrevería a decir, a cualquier persona sin límites de edad), y me atrevería a decir que es de lectura obligatorio para todo aquel que tiene que convivir con menores.

Sin embargo, algo que me ha llamado poderosamente la atención es el enfoque inicial que se propone en el libro.  En vez de limitarnos a "sobrevivir", intentemos ver cada rabieta o  cada problema como una oportunidad para aprender de la situación o enseñar a nuestros hijos a ser más felices.

Me parece una aportación, que no por obvia, deja de ser fascinante. Me hace reflexionar sobre el hecho de de como me afecta emocionalmente cada rabieta o cada problema, y como me ciega la emoción (negativa, normalmente) impidiéndome pensar, reaccionar o actuar del modo que es mejor para mi hijo en ese instante. Y esto, por lo que puedo observar, no sólo me pasa a mi. Veo con frecuencia que ante la actitud oposicionista o desafiante del niño,  se desencadenan en el adulto una tormenta de emociones que sacan lo peor que lleva dentro, lo cual, no ayuda en nada ni al menor, ni al adulto. 

Asi que prometo firmemente intentar que, ante cada rabieta,  disgusto, o actitud inadecuada, en vez de dejarme llevar por la emoción del momento, ver una oportunidad para enseñar o aprender, jugandola con inteligencia y calma, y usando las herramientas que nos  propone el libro y otras que vayamos descubriendo, para afrontar la difícil tarea de criar un cachorro de león herido.

Y prometo también, forjar mi fe en esta verdad y evangelizar en la misma a todos los que tengan contactos con niños en general, y con mi hijo en particular. 

Eso sí, le pido a Dios que me de fuerzas a mí, y claridad de mente a los demás....



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