La verdad es que no soy una persona que me enfade con facilidad. Los que me conocen lo saben. Ahora vereis porqué lo digo.
Ayer fue la reunión de bienvenida en el centro educativo al que irá nuestro héroe el curso que viene. (o no, ya veremos)
En el aula designada, estábamos reunidos todos los padres, que ya nos conocíamos bien. Prácticamente todos los días nos vemos y charlamos amenamente mientras esperamos su salida de las clases.
Eso era antes de que expulsarán del Colegio a nuestro pequeño héroe por sus problemas de conducta, claro. Ahora, sin embargo, nadie se acercó a hablar conmigo. Todas aquellas personas, que ayer disfrutaban de mi amistad, hoy rehuían cruzar la mirada conmigo.
Algunos de los niños que habían acompañado a sus padres decían a sus progenitores: "Mira: ese es el padre de X, el que está expulsado hasta final de curso. No sabemos si le dejarán venir al nuevo cole...."
No es una sensación cómoda, debo reconocerlo. Pero intenté sobrellevarlo con una aceptación profunda de
la naturaleza humana, y manteniendo un gesto impávido.
Por fín, la incómoda espera tocó a su fin. La Directora y el Jefe de Estudios del centro tomaron la palabra para instruirnos de toda la información que consideraban relevante que los padres de los nuevos usuarios del centro debían conocer. Un cierto aire patrimonial dimanaba de las palabras que se oían:
"Nuestro cole, ... nuestro proyecto..., nuestros principios..., nuestros alumnos..., nuestras reglas ... nosotros estamos contentos..., debemos mantener nuestras reglas..."
Mi recordó más a un "briefing" -reunión de instrucciones en la vida militar - que a una bienvenida.
Me vinieron a la memoria las palabras que un amigo, viejo maestro ya jubilado me dijo una vez:
"Solo existen 2 tipos de Colegios. En unos, los que lo que más importan son los profesores, el Equipo Directivo, etc,. En estos, la palabra predominante es "El Centro". (Esto es política del Centro..., las normas del Centro..., Esto no está autorizado en el Centro....). Los descubrirás fácilmente, pues la comunicación no verbal será casi siempre directiva y ejecutiva (!Aqui se hacen las cosas así¡. Es lo mejor para el Centro). Rara vez en estos centros la representación de los padres tiene virtualidad efectiva, pues está totalmente institucionalizada. (Imbuida del "Espíritu del Centro")
Pero existen otros, en los que los que más importan son los niños; todos y cada uno de ellos. En estos, la mirada amable, el gesto solidario, la ausencia de prejuicios, son la marca de la casa. Las palabras preferidas son adaptarse, flexibilizar, entender, apreciar, respetar, etc. Aqui, junto a un equipo directivo fuerte y responsable, hay también una representación los padres significada. Trabajan en colaboración, y a menudo discrepan, trabajando para encontrar soluciones convenidas, sin imposiciones iniciales ni líneas rojas, verdes, amarillas o violetas..".
Desde luego, sentí, aun a riesgo de equivocarme, que éste era claramente de los primeros.
Estando en estos pensamientos, algo llamó mi atención de la elocución el Jefe de Estudios. Estaba hablando del uso de la expulsión como herramienta habitual del sistema de "convivencia" del Centro. Explicaba que no era inusual que, el primer trimestre, era frecuente que se aplicarán con cierto automatismo y mayor rigor para generar un saludable respeto de los niños hacia el "Centro". Pero que normalmente, pasado este trimestre, los profesores ya los iban conociendo mejor, y se iba atemperando. Si los chavales eran "buenos chicos", ya no había nada que temer. La Directora apostilló que realmente una de las ventajas de "nuestro Centro" era que se daban muy pocos problemas de convivencia por la aplicación de esa polítíca. Que los que eran expulsados eran 5 ó 6, casi siempre los mismos, y ya los conocían bien.
Debo reconocer que mi corazón se sobrecogió pensando en que nuestro héroe no tardaría mucho en reunirse con el grupo de los etiquetados como "chicos malos". ¿Que futuro le aguardaba en un lugar así?
Y asi, durante toda la exposición. Y no una, sino varias veces, de forma transversal, surgía como un leit motiv la misma cuestión subyacente (ordeno, mando, controlo, expulso, sanciono, dirijo)
Al malestar que ya traía sentí anadirse un cabreo sordo, una intensa ira que crecía por momentos anegando mi raciocinio y amenazando seriamente mi autocontrol. Me costó la misma vida no levantar la mano para hacer alguna pregunta hiriente sobre "la política del Centro". (Tenía mis razones para preferir pasar inadvertido).
Terminada la reunión, preferí irme lo más rápido posible, pues me sentía en condiciones tales de descargar mi ira sobre el Jefe de Estudios o la Directora, al menos verbalmente.
Me fui a mi casa intensamente enfadado. Y lo peor, es que mi cabreo no se reducía con el tiempo, sino que se iba aumentando, como pude comprobar mientras le contaba a mi esposa lo sucedido.
Como me conoce bien, y me vió la cara avinagrada que traía, y dedujo que estaba emocionalmente inutilizado para hacer otra cosa me mandó a practicar mi deporte favorito. (o tal vez fue para librarse de mi...)
La práctica deportiva me concedió el hueco para reflexionar sobre lo sucedido.
Descubrí que realmente todo mi malestar, toda mi ira y mi odio era producto de mi mismo. Yo mismo había definido la reunión como un ambiente inseguro, sino hostil. Y en virtud de esa concepción, todos lo que ocurría los interpretaba como una amenaza. Cualquier mirada, cualquier comentario, todos se dirigían a subrayar nuestro fracaso de entrar en la "normalidad", y se referían a mi hijo, directa o indirectamente. Sólo yo era enteramente responsable de sentirme así.
Eso abrió hueco a la calma en mi corazón, y pude, por primera vez en la tarde, respirar relajado y profundamente. Yo, y sólo yo, estaba en el control de mis emociones de nuevo. Una sonrisa afloró a mi rostro. Al fin comprendí lo que me había pasado.
Yo mismo había cedido el control de mis emociones a mis temores y mis miedos. Esos temores y miedos alteraron mi percepción de los hechos de tal modo que mi percepción de los mismos generaban en mi una sensación de hostilidad, de rechazo, y de abandono.
Ese era, según mi percepción, el ambiente en el que se desarrollaba la reunión. Bastó un pequeño comentario mas o menos inadecuado para que, desproporcionadamente, cayera en una intensa ira, que pude, a durás penas controlar.
En medio de la calma, otra nueva reflexión, por arte de magia, se coló entre mis pensamientos.
Precisamente, esa misma percepción deformada de la realidad es, muy probablemente, el mismo modo de percibir habitual en el que viven nuestros pequeños héroes. Esa sensación percibida de hostilidad, de rechazo, de abandono es el marco habitual en el que se mueven cada día. No es raro que, al igual que me pasó a mi, tengan intensos ataques de enfado o ira. Solo que ellos aún no pueden controlarlos ....
Entonces pude sentir una empatía profunda con el Héroe. Ahora puedo entender como se siente muchas veces. Intenté fijar en mi memoria la emoción empatica. Confío que haber sentido este momento de empatía, reprocesada racionalmente, me ayudará a traerla al presente cada vez que le vea desproporcionadamente enfadado o iracundo.
Asi concluye mi viaje emocional desde una emoción improductiva (temor, dolor, ira) a una nueva situación emocional (empatía) para entender y sentir como se siente mi pequeño héroe.
Ojala os ayude también a vosotros a realizar vuestro viaje cuando toque.
¡Buen Viaje!.